El Testimonio Personal de

Charles Spurgeon

 

 

¿Spurgeon fue salvo vía el evangelio “Salvación por Señorío?

 

 

Lo siguiente fue tomado de la biografía de Spurgeon de

Arnold Dallimore (Moody Press, 1984), p.18-20

 

 

La historia de la conversión de Spurgeon es ampliamente conocida, pero bien puede ser repetida, y no podrá ser mejor relatada que con sus propias palabras:

 

A veces pienso que yo podría estar en tinieblas y desesperación hasta ahora, si no hubiese sido por la bondad de Dios que envió una tormenta de nieve un día domingo en la mañana, mientras me dirigía a un lugar de adoración. Doblé por una calle lateral y llegué a una pequeña Iglesia Metodista. En esa capilla habría unas doce o quince personas. Yo había oído hablar de estos metodistas, de cómo cantaban tan fuerte, que a las personas llegaba a dolerles la cabeza; pero eso no me importó. Yo quería saber cómo podía ser salvo….

 

El pastor no llegó esa mañana; supongo que la nieve se lo impidió. Por último, un hombre muy delgado, un zapatero o un sastre o algo parecido, subió al púlpito para predicar. Es de esperar que los predicadores sean instruidos, pero este hombre era realmente inepto. Estaba obligado a atenerse estrictamente al texto, por la sencilla razón de que él no tenía mucho más que decir. El texto era “MIRAD A MÍ, Y SED SALVOS, TODOS LOS TÉRMINOS DE LA TIERRA” (Isaías 45:22).

 

Ni siquiera pronunciaba bien las palabras, pero eso no importaba. Algún destello de esperanza había para mí en ese texto, pensaba yo.

 

El predicador comenzó así: “Este texto es a la verdad muy sencillo. Dice ‘Mirad’. Ahora, mirar no cuesta mucho. No tienes que levantar tu pie o tu dedo; es solamente ‘mirar’. Bueno, un hombre no tiene que ir a la escuela para aprender a mirar. Puedes ser el tonto más grande, pero puedes mirar. Un hombre no necesita ganar un gran salario para poder mirar. Cualquiera puede mirar; hasta un niño puede mirar.

 

“Pero luego el texto dice, ‘Mirad a mí’. ¡Ay!” dijo en su dialecto, “muchos de ustedes se están mirando a sí mismos, pero de nada sirve mirar allí. Nunca encontrarán consuelo en ustedes mismos. Algunos dicen mira a Dios el Padre. No, mira a ÉL. Jesucristo dice, ‘Mirad a mí’. Algunos dicen ‘tenemos que esperar la obra del Espíritu’. Eso no es de ayuda ahora. Mira a Cristo. El texto dice, ‘Mirad a mí’.”

 

Luego el buen hombre siguió con su texto de esta manera: “Mirad a Mí; estoy sudando gruesas gotas de sangre. Mirad a Mí; estoy colgando de una cruz. Mirad a Mí, estoy muerto y fui sepultado. Mirad a Mí, resucité nuevamente. Mirad a Mí, he ascendido al cielo. Mirad a Mí: estoy sentado a la diestra del Padre. ¡Oh, pobre pecador, mira a Mí! ¡Mira a Mí!”

 

Después de darle vueltas a ésto durante unos diez minutos, había llegado al final de sus fuerzas. Luego me miró a mí en la galería, y me atrevería a decir que, con tan pocos presentes, él sabía que yo era un extraño.

 

Fijando sus ojos en mí, como si conociera mi corazón, él dijo, “Joven, pareces muy miserable”. Cierto, me sentía miserable, pero hasta ahora, no estaba acostumbrado que se hicieran comentarios desde el púlpito sobre mi apariencia. Sin embargo, fue un buen golpe que dio justo en el blanco. El continuó, “Y serás miserable siempre — miserable en la vida y miserable en la muerte—si no obedeces mi texto; pero si lo obedeces, ahora, en este momento, serás salvo”. Luego, levantando sus manos, exclamó, como solo un metodista puede hacerlo, “Joven, mira a Jesucristo. ¡Mira! ¡Mira! ¡Mira! ¡Nada tienes que hacer sino mirar y vivir!”

 

De pronto vi el camino de salvación. Yo no sé qué otra cosa dijo – no tomé nota – estaba tan posesionado con un pensamiento….Había estaba esperando que tendría que hacer como cincuenta cosas, pero cuando escuché la palabra “¡Mira!”, ¡qué palabra tan encantadora me pareció! ¡Oh! yo miré hasta que casi se me salieron los ojos.

 

Allí y entonces se disiparon las nubes, las tinieblas se esfumaron y en ese momento divisé el sol; podría haberme levantado en ese instante para cantar con los más entusiastas de ellos de la preciosa sangre de Cristo y de la fe sencilla que mira solamente a ÉL. Oh, que alguien me hubiese dicho esto antes, “Confía en Cristo y serás salvo”.  Sin embargo, sin duda que todo estaba ordenado con sabiduría, y ahora puedo decir –

 

Ve a la cruz…y vivirás,

Ve a Cristo y vivirás.

Es de Dios el santo amor, ¡aleluya!

Ve tan sólo a Cristo y vivirás.

 

Aquel día feliz en que encontré al Salvador y aprendí a aferrarme a Sus queridos pies, fue un día que nunca he olvidado…Escuché la Palabra de Dios y ese precioso texto me llevó a la cruz de Cristo. Puedo testificar que la alegría de ese día fue absolutamente indescriptible. Podría haber saltado, podría haber danzado; no había expresión, por fanática que fuera, que hubiese estado fuera de lugar con la alegría de esa hora. Desde entonces han transcurrido muchos días de experiencia cristiana, pero nunca ha habido uno que haya estado tan lleno de regocijo, de efervescente delicia, como ese primer día.

 

Pienso que podría haber saltado de mi asiento y que podría haber gritado con los más bulliciosos de estos hermanos metodistas… “¡He sido perdonado! ¡He sido perdonado! ¡Un monumento a la gracia! ¡Un pecador salvado por gracia!”

 

Mi espíritu vio sus cadenas quebradas en pedazos. Sentí que era un alma libertada, un heredero del cielo, un perdonado, acepto en Jesucristo, arrancado del lodo cenagoso y sacado del horrible abismo, con mis pies sobre la roca y mis pasos enderezados…

 

Entre las diez y media horas, cuando entré a esa capilla, y las doce y media, cuando estuve de vuelta en casa, ¡qué cambio hubo en mí! Simplemente por mirar a Jesús había sido librado de mi desesperación y había sido llevado a tal estado de regocijo, que cuando me vieron en mi casa, me dijeron, “Algo maravilloso te ha sucedido,” y yo estaba muy dispuesto a contarles todo lo que me había pasado. ¡Oh! Había alegría en casa ese día cuando todos escucharon que el hijo mayor había encontrado al Salvador y que sabía que había sido perdonado.

 

(Tomado de Iain Murray, The Early Years).

 

 

 

Observaciones:

 

  1. Note cuán Cristo-céntrico fue la presentación del mensaje.

 

  1. Note que fue dado el debido énfasis a la muerte y resurrección de Cristo, el todo-suficiente Salvador (1 Co.15:3-4)

 

  1. Note cómo Dios usó la “locura de la predicación” para salvar a Spurgeon, y que el enfoque estaba sobre Cristo y ÉL crucificado (comparar 1 Co.1:20-25).

 

  1. Note cómo Spurgeon fue conminado a mirar lejos de SÍ MISMO y a enfocarse en el SALVADOR.

 

  1. Note que el énfasis del sermón fue sobre MIRAR, no sobre HACER. El debía mirar en la dirección de Cristo y no se le dijo que se enfocara en cumplir ciertos requisitos. El único requisito era que él MIRARA.

 

  1. Note cuán simple eran los requisitos de la salvación: “Mira y vive”. “Confía en Cristo y serás salvo”.

 

  1. Note que el predicador suplente nada dijo sobre los términos del discipulado o las demandas apremiantes para cada persona salva de seguir y obedecer a Cristo.

 

  1. Note que el predicador suplente no dijo a Spurgeon que se “sometiera al Señorío de Cristo” o “que cumpliera los requisitos del discipulado” o “que se volviera y olvidara todo pecado” o que “odiara a su madre y  padre, esposa, hijo, etc.” Estas cosas son los resultados de la salvación, pero no son requisitos para ser salvo.

 

  1. Note la gozosa conclusión de Spurgeon: “Simplemente por mirar a Jesús, yo había sido librado de la desesperación.” “¡Oh! que alguien me hubiese dicho esto antes, ‘Confía en Cristo y serás salvo’”.

 

 

 

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